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Unas palabras…

Hoy me desperté a eso de las 3 o 4 de la mañana con una dulce voz que me decía que entre el sueño y la realidad hay un mundo. Es como un espacio en el que podemos sentir profundamente las cosas con esa magia propia de los sueños y en el que no necesitamos andar pensando en formas, conceptos y demás; allí sólo sentimos, sólo nos fundimos con todos los mundos. A mi lado estaban mi sobrino de un añito y una primita de 11 años. Los vi y sentí la maravilla que hay en los niñ@s, su inocencia, su entrega y di gracias por ell@s y por todas las niñas y niños que han llegado y siguen llegando al mundo, porque son una fuente infinita de sabiduría.

Luego me proyecté al futuro, me vi en unos cuantos sueños que tengo pendientes: quizás compartir unas cuantas palabras, hablar con algunas personas, sentir las miradas de otras tantas… Y “de repente” no sólo me vi en el futuro, sino que me sentí realmente en él; fueron instantes llenos de amor y mi corazón estaba rebosante. En ese momento entendí que la medicina que llega a tu cuerpo no se va después de las ceremonias, se queda y es como una plantita que echa cada vez raíces más profundas. Esto ha sido el fuego para mí, la posibilidad de sumergirme en el mundo de la magia, la magia de la vida. Es como la llavecita que abre las puertas del universo, una dimensión en la que puedes sentir intensamente a la naturaleza (plantas, animalitos, personas, estrellas, la luna…).

El fuego me ha traído la posibilidad de encontrarme conmigo misma bajo el velo total y profundo de la sinceridad; pues en él todo se puede ver. También me ha regalado el encuentro de muchos seres que de verdad sienten que la tierra está viva, que tiene un corazón, que hay que cuidarla. Seres que viven bajo este sentimiento y deambulan por mundos de distintos colores. Allí están ellos y ellas, vienen del norte, del sur, de la izquierda y de la derecha para reunirse en el centro de la cruz de cuatro puntas: el corazón del fuego. Y cuando nos sentamos frente a él, éste nos cuenta secretos a cada uno pero también nos devela secretos a tod@s. ¡Es tan mágico! Él da a cada uno según sus necesidades pero partiendo siempre de la comunidad, de lo que es COMUN a tod@s. Es así como las ceremonias, de repente, se convierten en una sala de espejos. Nos vemos en las otras personas y ellas en nosotros.

Además, el fuego me ha regalado la posibilidad de entender que hay tanto que hacer en este mundo y que es maravilloso estar vivo; que cada día trae tanta magia, sorpresas y alegrías, que esta vida terrenal sólo nos alcanzará para entender una milésima parte de lo que es el Gran Espíritu o Gran Misterio (por poner una cifra cualquiera); pero lo recibido es suficiente para entender el infinito amor que nos guarda.

Al momento… Laura González C.

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Reflexión

Bienvenidos al fuego

Al nacer un blog se acostumbra siempre escribir un post de bienvenida a los visitantes. Entonces, que así sea: bienvenidos.

El nombre del blog pretende rescatar la sencillez y lo concreto. Pocas cosas son más reales que un grupo de seres humanos sentados junto al fuego. Frente al fuego. Es un espacio ritual en sí mismo y nos permite proyectar lo mejor de nosotros. Nos permite jugar a entender, a tejer explicaciones y a ser grandiosos. Esto puede ser engañoso también. Luego de un encuentro con la luz y con el rostro luminoso de los demás, hay que regresar al mundo real. Y no porque el espacio junto al fuego no sea real. También lo es. Pero es fácil ser amables en un entorno amable, ser tiernos en un entorno tierno, ser sabios en un entorno sabio.

Es muy fácil.

¿Quiénes somos el resto del tiempo? ¿Podemos trasladar los colores de ese espacio a los momentos grises y negros? ¿Podemos ser nosotros el fuego en nuestro entorno e iluminar el día de quienes no estuvieron? ¿Podemos ser sencillez sin pretenciosidad? ¿Podemos ser terriblemente prácticos y audazmente descomplicados en nuestro andar cotidiano?

Tengo que confesar que últimamente siento que si la espiritualidad requiere de su propio lenguaje, me resulta poco o nada espiritual. En juegos mentales se nos puede ir una vida entera. Mientras tanto hay que recoger agua, sembrar los campos, danzar con la lluvia, coquetear con mujeres (u hombres, según sea el caso) bellos y hacerlo con maestría, ahorrar dinero e invertirlo, ser excelentes en nuestro trabajo, sanar viejas heridas, abrazar amigos viejos y nuevos. En otras palabras, ser testimonios vivientes del regalo del encuentro junto al fuego. Vivir como cuando vamos a trabajar frente al fuego: con atención y entregándonos a cada cosa sin demasiado show interno, mucho antes de pretender recibir.

Así como en alguna tradición cultural se ha dicho respecto al decoro «la procesión se lleva por dentro», el decoro -el esplendor, lo que decora- quizás signifique en nuestro caso que el fuego se lleva por dentro.

 

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